domingo, 29 de septiembre de 2024

La Gran Kedada Rural de Kuartango concluye con éxito y una asistencia de 1.800 personas




La Gran Kedada Rural de Kuartango se salda con una asistencia de 1.800 personas. Un balance "positivo", que hace a la organización tomar aire para empezar a preparar ya la próxima edición, “porque la habrá”, asegura Iván del Caz, director de Rural Citizen.

“Está muy bien. De hecho, no queremos que crezca demasiado y se nos vaya de las manos; nuestro objetivo no es ése sino que las personas que vienen a Kuartango se relacionen y hagan contactos”, apunta.

Repercusión

Esta cuarta edición –la tercera presencia, ya que la primera fue online– “ha venido una pareja de Brasil expresamente a la Gran Kedada y otra persona desde Londres.

Son casos puntuales, pero también un reflejo de lo que Kuartango mueve en tres días. Además, se han acercado al antiguo balneario, sede del semillero de empresas Kuartango Lab emprendedores y emprendedoras procedentes de Canarias, Cádiz, Galicia, Asturias, Valencia, Extremadura, etc.
El 'Espíritu de Kuartango'

Es el denominado Espíritu de Kuartango, indica Del Caz. “Se trata de reactivar el mundo rural, ver todo lo que se está haciendo, los proyectos e iniciativas en marcha y hacerlo de forma positiva; cambiar el chip y acabar con estereotipos negativos”, ensalza el director de Rural Citizen.

Talento

El viernes fue la jornada de mayor afluencia de asistentes, coincidiendo con la jornada dedicada al talento, a exponer todo lo que se está trabajando en el mundo rural. Se desarrollaron mesas redondas sobre temas diversos, como alcaldes emprendedores, energía consciente e industria e innovación rural. Se visitaron las empresas asentadas en Kuartango Lab y, como broche, se celebró un espacio de conversación con Jordi Évole y Depedro.

Teatro y conciertos

El sábado, el pueblo también estuvo animado en la jornada dedicada a la cultura, con el afán por tender puentes entre ciudades y pueblos gracias a la fuerza tractora de la música y el ocio. Sobre todo, gracias al plato fuerte, los conciertos de Depedro y al exitazo del grupo El Naán Trío.

“Fue un exitazo, vino muchísima gente”, destaca Guillermina García, mientras se prepara para dar una clase de yoga y un paseo botánico por el pueblo para reconocer plantas medicinales y silvestres comestibles.

Tradición

Hoy, jornada dedicada a la tradición, ha sido día de puertas abiertas en Kuartango, con acceso libre; un homenaje a raíces y costumbres transformando el concepto de las ferias tradicionales.

Sobre las mesas, una gran variedad de productos: quesos, productos de belleza, estética y medicinales, miel, quesos, libros, imanes, postres, bolsos y complementos... Todo ello en una amplia sala decorada con fotografías del temática rural.

Kuartango Lab

Cuenta Del Caz que no hay en el Estado muchas iniciativas similares a la de Kuartango Lab. Este proyecto cuenta con la ventaja de la amplitud de sus instalaciones. 5.000 metros cuadrados sobre los que se asientan 12 empresas de variada actividad: sidrería, conservera ecológica, editorial, yoga, costura, comunicación, tecnológica, cooperativa, consultoría, pilates, investigación y la propia sede de Rural Citizen.

Y todavía hay espacio para más. “De hecho, hay al menos dos nuevas firmas interesadas en instalarse, una de elaboración de cerveza y otra de arte floral”, avanza.

Yoga y paseo botánico

Guillermina García, ya en pleno paseo botánico por Kuartango, es una de las emprendedoras que ha elegido el antiguo balneario como se de la firma Pachamama Amalurra.

“Estamos muy contentas con la idea de la Gran Kedada Rural. Viene mucha gente de visita al pueblo gracias a los espectáculos que se organizan. Pero, sobre todo, porque nos sirve para hacer relaciones con otras asociaciones y proyectos del Estado con los que tenemos intereses comunes, así que beneficia al pueblo y a nosotros”, destaca.

A caballo entre Kuartango y Salinas de Añana, García da clases de yoga en Salinas, Espejo, Lantarón y Vitoria, además de talleres de plantas medicinales.

Explica que en Kuartango hay una variedad “increíble”: romero, tomillo, rosa, lavanda... Y también de silvestres: diente de león, ortigas, cola de caballo...

“Son plantas que normalmente pisamos y pasamos por encima sin enterarnos de lo que son y de sus propiedades. Son plantas que ayer mostró a su público en el paseo botánico por Kuartango.

Hacer contactos

A la hora de hacer balance de la Gran Kedada Rural, Iván del Caz destaca la repercusión a nivel nacional que ya tiene el encuentro. “Este año, por vez primera, ha venido un representante de Transición Ecológica y Reto Demográfico, ministerio que también ha premiado la iniciativa. “De diez proyectos seleccionados entre más de mil, uno es el de Kuartango”, subraya orgulloso.

Destaca igualmente la importancia económica que el evento tiene para Kuartango y Añana por la cantidad de gente que atrae, y el ambiente cercano que se respira.

“Los asistentes se llevan un buen recuerdo y un montón de contactos; antes venía más gente atraída por los conciertos, pero ahora se quedan a pasar los tres días. La Gran Kedada Rural repercute de forma positiva en toda la zona”, considera del Caz.

Retrato nómada

Kuartango es también la parada número 23 de un proyecto muy especial: Retrato Nómada: archivo rural contemporáneo. Se trata de una iniciativa impulsada por el estudio nómada de fotografía Nomad Studio para crear un gran archivo con más de 10.000 retratos de habitantes de la España rural a través de 100 pueblos.

Cada persona que se deja fotografiar recibe su retrato impreso en papel al momento. Nomad Studio entrega también una copia al Ayuntamiento para que los custodie.

Hasta el momento, ha realizado 2.772 retratos, unos 300 en Kuartango, valle en el que viven 450 habitantes. Pero lo más destacable es que los autores llegan a la conclusión de que el Valle de Kuartango “se está rejuveneciendo”, con una edad media de cuarenta y tantos, a pesar de ser una de las zonas rurales en peligro de vaciarse.
Instalaciones escultóricas

Hasta Kuartango ha llegado también la obra visible en Kuartango Lab de Nacho Arantegui, artista que ha ambientado cada espacio con instalaciones escultóricas diseñadas específicamente para cada lugar interactuando con el territorio, a base de plantas, minerales y objetos propios de la zona rural.





martes, 24 de septiembre de 2024

El poder del lugar




No hace demasiados años, y poco después del libro seminal del geógrafo Yi-Fu Tuan, “Topophilia”, la geógrafa Doreen Massey publicaba otro libro bajo el título “Geography Matters!” que sería un auténtico revulsivo. He ahí dos pequeñas muestras, entre otras tantas, de un cambio de paradigma social y cultural en el que ya nos hallamos inmersos de lleno.


El cambio se inició, tímidamente, hace unas pocas décadas y ha ido cogiendo impulso en los últimos años, y esto se detecta de forma clara simplemente observando cómo están cambiando las relaciones que la gente mantiene con los lugares. El modelo de crecimiento y los valores sociales imperantes hasta hace muy poco se ven cuestionados por nuevas actitudes ante el trabajo, ante los recursos naturales, ante el lugar. Se reclama una vida más completa, más llena de sentido, en la que el individuo sea el dueño de su destino, controle su propio tiempo, se alimente de forma más sana y viva una existencia en plenitud. Asistimos, en efecto, a un reencuentro, a un redescubrimiento del lugar y, en este proceso, el mundo rural está adquiriendo un papel muy relevante. Se está manifestando una nueva territorialidad que se expresa a través de una nueva mirada al territorio, de un reencuentro con el lugar a través de nuevas e imaginativas fórmulas por parte de una sociedad civil que no tiene ningún problema en reconocer la importancia que tiene vincular las emociones a los lugares y a los paisajes. La experiencia humana del espacio y del lugar no sólo no ha perdido relevancia, sino que ha ido a más.

Habíamos olvidado que la vida es, en esencia y al mismo tiempo, espacial y emocional. Interactuamos emocionalmente y de forma continuada con los lugares, a los que imbuimos de significados que retornan a nosotros a través de las emociones que nos despiertan. La memoria individual y colectiva, así como la imaginación, más que temporales, son espaciales. Las categorías geográficas básicas que se aprenden en la escuela, o las que utilizamos en nuestra vida cotidiana, conllevan asociaciones emocionales. Experimentamos emociones específicas en diferentes contextos geográficos y vivimos emocionalmente los paisajes porque estos no son sólo materialidades tangibles, sino también construcciones sociales y culturales impregnadas de un denso contenido intangible, a menudo sólo accesible a través del universo de las emociones.

No es casualidad que aparezcan a diestro y siniestro tantas iniciativas, proyectos y estrategias que vinculan lugar y creación. En mi opinión, la razón de fondo que lo explica es la emergencia de un nuevo paradigma y el fin de una determinada manera de entender nuestro entorno, de gestionarlo y de relacionarnos con él. La modernidad nos indujo a pensar que el espacio geográfico era sólo un espacio geométrico, casi topológico, y que los lugares eran simples localizaciones fácilmente identificables en nuestros mapas a partir de un sistema de coordenadas que nos marcaba su latitud y longitud. Y ahora nos damos cuenta de que esto no es exactamente así, sino que el espacio geográfico es, fundamentalmente, un espacio existencial, conformado por lugares cuya materialidad tangible está teñida, bañada de elementos inmateriales e intangibles que convierten a cada lugar en algo único e intransferible.

Lo sabíamos. El mundo siempre había sido así y los lugares siempre se habían vivido de esta manera, pero en las últimas décadas lo habíamos olvidado. Ahora, por fin, lo estamos redescubriendo. Estamos reaprendiendo que los lugares son los puntos que estructuran el espacio geográfico, que lo cohesionan, que le dan sentido. El lugar proporciona el principal medio a través del cual damos sentido al mundo y a través del cual actuamos en el mundo. Los seres humanos creamos lugares en el espacio, los vivimos, los imbuimos de significado y generamos sentido de lugar. Nos arraigamos y nos sentimos parte de ellos. Los lugares, a cualquier escala, son esenciales para nuestra estabilidad emocional porque actúan como un vínculo, como un punto de contacto e interacción entre los fenómenos globales y la experiencia individual. En los lugares vivimos un tiempo y un espacio concretos; habitamos, en el sentido heideggeriano del término, una porción de la superficie terrestre, de dimensiones y escalas muy variadas.

En este proceso de reinvención del lugar el mundo rural está adquiriendo un protagonismo impensable hace pocos años. Efectivamente, estamos asistiendo a la emergencia de nuevas ruralidades y de nuevas vocaciones territoriales que convierten lo rural en un entorno cada vez más diverso, más plural, más plurifuncional, más transversal, más innovador, más creativo, más desacomplejado, más protagonista. Este dinamismo cuestiona de raíz alguno de los pilares de nuestro imaginario colectivo, en concreto el que asocia el mundo rural a la permanencia, la inmanencia y la salvaguarda de determinados valores ligados al pasado y a la tradición. La innovación, la creatividad, el cambio y la transformación siguen asociándose mayoritariamente y casi exclusivamente a la ciudad.

Y, sin embargo, es precisamente en el mundo rural donde se hallan algunas de las iniciativas más innovadoras y creativas en ámbitos tan diversos como los de la generación de energías renovables autogestionadas, la lucha contra el cambio climático, la agroecología, las nuevas formas de participación ciudadana y de gobierno del territorio, las reinterpretaciones de lo que habitualmente se entiende por desarrollo local, la emergencia de redes alternativas de producción y de consumo, la creatividad artística en el sentido más amplio de la palabra y un largo etcétera de actividades, proyectos e iniciativas mixtas, híbridas, poliédricas y, por ello mismo, difíciles de encasillar. Sin embargo, todas ellas comparten un rasgo común: han escogido conscientemente el entorno rural para llevarlas a cabo. Dicho de otro modo: los lugares elegidos no son un simple escenario, sino un actor de primera línea. Tanto es así que las personas que encabezan esta renovación no sólo han optado por vivir y trabajar en estos lugares, sino que forman parte decididamente del lugar: ‘son lugar’. Y esta comunión con un lugar elegido a conciencia les da los instrumentos necesarios para re-significar ese lugar, para imbuirlo de nuevas significaciones que contribuyen -y mucho- a rehacer el imaginario colectivo.

Por mucho que nos movamos y nos desplacemos, por más que viajemos, por más globales que nos sintamos, seguimos experimentando la necesidad existencial de identificarnos con un lugar determinado, o con muchos a la vez y de distintas escalas. Nunca he creído en la expresión ‘ciudadano del mundo’, entendida como la no pertenencia a ningún lugar. Se es ciudadano del mundo ‘desde un lugar’. Experimentamos, vivimos y amamos a otros lugares a partir de un marco referencial local concreto, tangible, que no es ni mejor ni peor: simplemente, ‘es’. Y, a diferencia de lo que algunos piensan, este ‘retorno’ al lugar no significa volver inevitablemente a formas premodernas de identificación territorial, tal y como es interpretado este fenómeno por parte de una sesgada forma de entender el cosmopolitismo, muy mediática por otro lado.

Entender el retorno al lugar de esta manera sería, en efecto, nefasto y peligroso. No podemos volver al lugar en clave de repliegue por impotencia frente a un mundo inseguro e incierto. No se trata de volver a espacios microsociales impregnados de lógicas tribales y corporativas. No se trata, metafóricamente hablando, de levantar murallas de nuevo en nuestros pueblos y ciudades. No es eso. El retorno al lugar que ahora se está produciendo va en una dirección totalmente contraria a la anterior. Se trata de un retorno en clave progresista y crítica en busca de nuevas formas de vida y de organización social.

La vieja dualidad campo-ciudad se ha visto superada por las radicales transformaciones estructurales a las que hemos asistido y estamos asistiendo últimamente: el reconocimiento político y social -ahora sí- de un cambio climático que nos aboca al abismo, la ineludible transición energética, la reivindicación cada vez más extendida de una alimentación sana que acerque productor y consumidor, la digitalización del conjunto de la sociedad y la generalización en el uso de internet, el cuestionamiento de la democracia representativa y la reivindicación de una auténtica democracia directa y participativa, la exigencia de nuevas formas de gobernanza de los lugares y de los espacios de la vida cotidiana, un cambio cultural extraordinario que apuesta por la geocreatividad, etc., etc. Todas estas y otras muchas son transformaciones estructurales y transversales, en el sentido de que afectan a fondo al conjunto de la sociedad y del territorio.

Esto no significa que hayan desaparecido las diferencias entre el campo y la ciudad. Lo que ha sucedido es que a todos y a todas, vivamos donde vivamos, nos afectan estas transformaciones. Sin embargo, las diferencias entre el espacio rural y el urbano están ahí y no quedan circunscritas sólo a cuestiones tan evidentes como la menor densidad de población o la fisonomía del paisaje, sino que van bastante más allá. No tienen sólo que ver con el mejor o peor acceso de unos y otros (rurales y urbanos) a servicios y equipamientos, sino que son de carácter existencial, vital. Que la vieja dualidad campo-ciudad se haya diluido en muchos sentidos no significa que sea lo mismo vivir en un sitio o en el otro.

Son precisamente las transformaciones estructurales y transversales que citaba hace un momento las que han incrementado las relaciones e interacciones campo-ciudad, tanto a título individual como colectivo. Los nuevos pobladores del campo provienen mayoritariamente de la ciudad, con la que siguen manteniendo el contacto. Asimismo, los productores autóctonos (y no sólo de productos agrarios) establecen lazos directos con los consumidores urbanos. Por otro lado, desde el sector cultural, aquellos que han optado por desplegar su creatividad en el mundo rural, tarde o temprano trasladarán el resultado de su proceso creativo a la ciudad, cerrando así el círculo. Y así sucesivamente.

En definitiva, está emergiendo una nueva mirada hacia los lugares, hacia el territorio, que es mucho más integral, mucho más transversal, que quiere dialogar con los paisajes de la vida cotidiana y quiere involucrarse en su gestión. Una nueva mirada que aspira a reforzar el sentimiento de pertenencia a la comunidad y a incrementar la autoestima por el lugar. Y el arraigo a un lugar y el sentimiento de pertenencia que se desprende de ello es un paso previo y fundamental para el activismo cultural y social.






La gran kedada rural (Kuartango, Álava)



 
¡Se viene La Gran Kedada Rural 2024!
viernes 27, sábado 28 y domingo 29 de septiembre

La Gran Kedada Rural es un encuentro trepidante alrededor de la Innovación Rural en el corazón de Álava.
Tres jornadas para el descubrimiento, la inspiración, la formación, compartir proyectos, la música, la cultura, el ocio, la innovación y las tradiciones.

Vivas en ciudad o pueblo, ¡te esperamos para compartir la aventura de lo rural!

 


Sobre el semillero de empresas de Kuartango





martes, 17 de septiembre de 2024

El teletrabajo se consolida en España. La gran oportunidad perdida de la España Despoblada




  • Según la Encuesta de Población Activa (EPA), en España hay 3,1 millones de teletrabajadores
  • Los empleados de entre 25 y 44 años son los que más teletrabajan, según un informe de InfoJobs


El teletrabajo ha demostrado que ha llegado para quedarse y se va consolidando en nuestro país. Tuvo su auge durante la pandemia, pero a día de hoy la mayoría de empresas sigue apostando por este formato. Algo más de tres millones de personas trabajan en remoto.

Es lunes y en el departamento de la oficina de uno de los grandes bancos españoles, la mayoría de los trabajadores están en remoto. Aquí van más allá del teletrabajo. Lo llaman trabajo flexible.

"Nosotros tenemos un modelo que recomienda tres días en la oficina y dos días en casa, pero es el empleado el que gestiona qué días son de la semana y lo hace también de forma trimestral", explica la responsable global de cultura y compromiso de BBVA, Inma Catalá.

Casi el 100% de la plantilla de los centros corporativos de este banco se ha acogido al teletrabajo. "Medir a una persona por el número de horas que esté sentado en una silla, se ha acabado. Ahora tenemos que hacerlo por los objetivos que cumple", sentencia Catalá.

Más de 3,1 millones de personas teletrabajan

Según la EPA, el 15% de la población activa teletrabaja, es decir, más de 3,1 millones de personas. "Ahora tenemos la flexibilidad, podemos ir a la oficina cuando queramos, la oficina está abierta", cuenta a RTVE Juan Hinojosa, informático.

Este modelo de trabajo es una tendencia que se consolidó tras la pandemia y que, según constata un informe de InfoJobs, se ha incrementado este año respecto al anterior y que se da, sobre todo, entre los trabajadores de entre 25 y 44 años que ven el ahorro de tiempo como principal ventaja.

María del Pilar lo valora muy positivamente: "No te levantas tan temprano, cuando cortas, cortas realmente a las tres".

Por su parte, Sofía es community manager y además del tiempo, hace especial hincapié en el transporte al trabajo. Para ella es fundamental "ahorrar el combustible, que es dinero".






jueves, 5 de septiembre de 2024

La densidad de población en el nordeste segoviano cae a mínimos históricos




  • Solo un área del nordeste segoviano tiene una densidad superior a 1.000 habitantes

  • Más de medio centenar de kilómetros cuadrados distribuidos por la comarca carecen de empadronados menores de 15 años


La densidad de población en el nordeste segoviano cae a mínimos históricos. Si se realiza una división territorial de los 57 municipios que conforman esta comarca por medio de casillas con una superficie de un kilómetro cuadrado, tan solo una celda concentra más de 1.000 habitantes. Otra de ellas se encuentra por encima de los 700, dos rondan los 500 y el resto anota cifras muy por debajo de estos valores. El desplome demográfico se une a la cada vez menor presencia de jóvenes en esta área de la provincia, lo que se corresponde con el envejecimiento de los empadronados.

El nordeste es una comarca amplia, ya que engloba el 26% de la superficie provincial. Sin embargo, la extensión no conlleva un aumento de la población, ya que se constituye como el área segoviana con menor densidad demográfica. El estudio realizado por la Oficina Europea Estadística (Eurostat) con datos de 2021 tan solo observa cuatro kilómetros cuadrados de un total de 1.829 -apenas un 0,2% de la extensión- con una concentración de más de 500 personas. El casco antiguo de Riaza encabeza el listado al superar los 1.390 ciudadanos y encabeza el listado, que está seguido del centro residencial de Ayllón -con 778 personas-, las calles más próximas a la autovía A-1 de Boceguillas -con 529- y el distrito más histórico de Sepúlveda.

El resto de los 119 núcleos de población del nordeste lamentan valores mucho más bajos. De hecho, más de la mitad está por debajo de los diez habitantes por kilómetro cuadrado, con especial incidencia en el límite con las provincias de Soria y Guadalajara. La despoblación hace mella en Segovia, pero la sangría no se comporta del mismo modo en todas las regiones.

Más de la mitad de las cuadrículas en las que se divide la comarca no tienen vecinos menores de 15 años. Un hecho que entraña especial preocupación en Honrubia de la Cuesta. Pese a anotar una densidad de 54 habitantes por kilómetro cuadrado, la presencia de personas jóvenes es nula, según Eurostat. La misma realidad se repite en Navares de Ayuso o Riofrío de Riaza. Este último municipio comparte junto a Villaverde de Montejo el segundo puesto de localidades segovianas con menor densidad poblacional, al contabilizar un promedio de 1,25 habitantes por kilómetro cuadrado.

El envejecimiento es un fenómeno protagonista en todo el territorio, pero prolifera sobre todo en el nordeste. La mayor parte de la población de una veintena de divisiones en la cuadrícula de la comarca supera los 65 años. En el caso de Riofrío de Riaza, el porcentaje se eleva al 67%. Y en al menos cinco kilómetros cuadrados este rango de edad comprende el cien por cien de los empadronados, como sucede en Encinas o Villarejo, localidad perteneciente a Santo Tomé del Puerto.