Emprender en España es como darse cabezazos contra un muro. «Lo único que se puede emprender en España es la retirada». Así empieza Carlos Granés una de sus brillantes columnas en THE OBJECTIVE. Y no le falta razón. Ser emprendedor en España es el infierno en vida. ¿Quieres montar un negocio? Prepárate para descifrar un laberinto de leyes, normativas, licencias, requisitos y trámites imposibles que la administración pública te lanza como si fuera un castigo.
La gestión administrativa es un obstáculo permanente. Los autónomos debemos lidiar con un sinfín de obligaciones: declaraciones trimestrales de IVA, retenciones de IRPF, presentación de modelos fiscales como el 303 o el 130, y una desesperante adaptación a normativas que cambian sin previo aviso. La complejidad de estas exigencias, junto con la falta de formación en gestión fiscal, nos obliga a muchos a contratar asesores, lo que dispara los costes operativos. A pesar de ser el pilar del tejido económico español, los autónomos enfrentamos una carga fiscal y burocrática que lastra nuestro día a día. La morosidad es otro problema endémico: más del 50% de los autónomos sufrimos retrasos en los pagos, especialmente cuando trabajan con grandes empresas o, peor aún, el sector público. Esto, sumado a la obligación de adelantar el IVA de facturas no cobradas, genera ansiedad perenne. La falta de liquidez es una espada de Damocles que llevamos encima y que puede llevar al cierre de nuestro negocio.
Las cuotas de la Seguridad Social, ajustadas en 2023 por nuestro querido gobierno de «progreso» y revisadas en 2025, oscilan ahora entre 200 y 590 euros mensuales según los ingresos reales. Este sistema golpea especialmente a los autónomos con ingresos bajos o irregulares, que representan el 60% del colectivo, facturando menos de 20.000 euros anuales, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Para los autónomos estas cuotas son asfixiantes. A esto se suma la ausencia de un IVA franquiciado, un mecanismo que exime del pago de este impuesto a pequeños empresarios y que existe en países como Francia o Italia. España es el único país europeo sin esta medida, lo que nos obliga a los autónomos a adelantar el IVA incluso con márgenes mínimos, agravando los problemas de liquidez. De hecho, la Comisión Europea abrió un expediente de infracción contra España en febrero de 2025 por este incumplimiento, con un plazo de un mes para adaptarse, pero no ha habido ningún avance.
Los trabajadores por cuenta propia carecemos de muchas garantías que los trabajadores por cuenta ajena dan por sentadas. Las bajas por enfermedad no están remuneradas de forma inmediata, y las prestaciones por cese de actividad son prácticamente inaccesibles: según la Unión de Profesionales y Trabajadores Autónomos (UPTA), solo el 5% de los autónomos tiene acceso a ellas. Además, las largas jornadas son la norma: el 22% trabaja más de 10 horas al día (algunos, incluso más), según encuestas de ATA, para compensar ingresos bajos y cuotas fijas. El descanso es un lujo que pocos se pueden permitir: el 32% dispone de apenas 10 días de vacaciones al año, a diferencia de los empleados con contratos laborales.
La jubilación es otro infierno. Mientras los trabajadores del régimen general se jubilan a los 64,6 años de media, los autónomos lo hacemos a los 66,2, según datos recientes, tras años de cotizaciones que no garantizan una pensión digna. El descontento es generalizado. Según un informe de 2025 de la Confederación Intersectorial de Autónomos y Emprendedores (CIAE), el 97% de los autónomos siente que las políticas públicas no les apoyan.
Suben los impuestos sin parar, pero los servicios públicos también son un maldito desastre: apagones, trenes que no llegan, caos en los aeropuertos. ¿Y qué recibimos a cambio? Nada. Solo más facturas y menos ganas de seguir. Encima, por primera vez en España, hay más funcionarios que autónomos. ¡Normal! Como dice Alberto Olmos: «Ser un esclavo humillado y robado diariamente o una cortesana bien pagada por hacer el mínimo, ¿qué eliges?». No puede tener más razón. ¿Quién quiere ser un siervo de la gleba, trabajando de sol a sol, cuando puedes ser un paniaguado mimado por el sistema cuyo único incentivo es rascarse la barriga? Trabajamos la mitad del año para el Estado. Y el Estado, a través de la agencia tributaria nos exprime sin piedad.
La Agencia Tributaria actúa como un depredador insaciable. Desde el vampiro Montoro hasta la vampiresa Montero, solo nos chupan la sangre. Muchos han visto sus cuotas duplicarse bajo el actual gobierno, mientras luchan por mantener sus negocios a flote. El sistema está podrido de arriba abajo. Emprender es un calvario. Prepárate para una legión de gestores, asesores, asesores de los asesores, abogados… Prepárate para protocolos, inspecciones, sablazos… Parece que te torturan por querer generar riqueza. Porque sí, son las empresas y los autónomos los verdaderos creadores de riqueza.
A todo esto, hay que añadir que los autónomos no se quejan en voz alta; sufren en silencio. Yo no lo haré, a riesgo de que me caiga una inspección fiscal. Este artículo, escrito en un día festivo como el de Santiago, refleja una triste realidad: los autónomos no descansamos. Emprender en España no es solo difícil; es un acto de resistencia frente a un sistema demoniaco que parece despreciar a quienes lo sostienen.
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