El campo atraviesa una encrucijada decisiva. El problema del relevo generacional no es nuevo, pero los datos más recientes muestran que se agrava. Entre 2020 y 2023, se perdieron un 12,4 % de las explotaciones agrarias, quedando en 784.141, mientras que la superficie agrícola utilizada se mantuvo prácticamente estable. El resultado es una concentración creciente de tierras, con explotaciones de mayor tamaño medio (30,4 ha, un 13 % más que hace tres años). Esta tendencia confirma que las explotaciones que desaparecen no se sustituyen por nuevas, sino que las tierras pasan a engrosar proyectos más grandes, indicando una tendencia clara hacia la concentración de tierras y explotaciones más grandes, lo que plantea barreras para quien entra al campo ahora, especialmente jóvenes.
Detrás de estos números se esconde un rasgo estructural: el modelo agrario sigue siendo mayoritariamente individualizado. Una parte muy importante de las explotaciones están registradas a nombre de una sola persona física. Esto significa que las personas productoras son quien deben asumir en solitario la inversión, la carga de trabajo y el riesgo empresarial. Aunque las cooperativas agrupan a más de un millón de socios en el Estado y representan alrededor de 3.600 entidades, su papel se centra muchas veces en la comercialización o en la provisión de servicios, mientras que la titularidad jurídica de las explotaciones sigue siendo individual y los esquemas de trabajo, también.
Por otro lado, la PAC ha favorecido un modelo productivo altamente especializado y orientado al monocultivo, ya que gran parte de las ayudas se vinculaban a la superficie de determinados cultivos o a producciones concretas.
La suma de la individualización, la alta especialización y la orientación al monocultivos, suponen una gran barrera para enfrentar el problema del relevo generacional por varias razones:
- Fragilidad económica: las explotaciones dependen de un solo cultivo o actividad, con ingresos muy variables según precios de mercado, crisis de mercados, costes de insumos o políticas agrarias.
- Sobrecarga laboral y falta de conciliación: el agricultor o ganadero que trabaja en solitario se ve obligado a asumir jornadas muy largas, incluidos fines de semana y festivos, con muy pocas vacaciones. Esta situación resulta poco atractiva para los jóvenes, que no ven en el sector un proyecto vital compatible con la vida personal y familiar.
- Dificultad en la transmisión: los jóvenes heredan explotaciones sobredimensionadas en deuda, poco atractivas laboralmente y con baja resiliencia.
- Impacto ambiental: los monocultivos reducen la biodiversidad, empobrecen el suelo, aumentan la dependencia de insumos externos (como agroquímicos y combustibles fósiles) y hacen menos resiliente al sistema frente al cambio climático.
- Aislamiento social: el agricultor individual queda expuesto y sin apoyos frente a la volatilidad del mercado y la presión de la cadena agroalimentaria.
El envejecimiento del sector es otro factor crítico: la presencia de jóvenes menores de 40 años en la titularidad agraria es minoritaria, con cifras que rondan apenas el 8–9 % de perceptores de ayudas de la PAC. En paralelo, la incorporación de nuevos profesionales exige habitualmente comprar tierra y maquinaria, lo que dispara la necesidad de endeudamiento y actúa como una barrera de entrada.
Sin embargo, la realidad demuestra que el campo no está condenado a seguir esta senda. Las experiencias de cooperativas de trabajo, sociedades agrarias de transformación, proyectos agroecológicos diversificados o grupos de pastoreo planificado muestran que es posible organizar el trabajo de forma más colectiva, repartir riesgos y responsabilidades, y al mismo tiempo mejorar la calidad de vida de los profesionales. Estos modelos no solo hacen viable el relevo, sino que pueden atraer a jóvenes que ven en la agricultura y la ganadería no solo un modo de vida, sino también un proyecto con impacto ambiental y social.
La agricultura ecológica y regenerativa añade otra capa de oportunidad. España ya dedica más del 10 % de su superficie a la producción ecológica, y la demanda no deja de crecer. Integrar prácticas regenerativas —agroforestería, rotaciones complejas, pastoreo holístico— no solo mejora la resiliencia climática y la fertilidad del suelo, sino que conecta con una sociedad cada vez más consciente de la importancia de consumir alimentos producidos de forma sostenible.
En este contexto, el reto del relevo generacional no puede limitarse a “ayudar a la gente jóven a incorporarse” bajo el mismo esquema individual que ya no funciona. La cuestión central es transformar el modelo productivo hacia estructuras más cooperativas, diversificadas y regenerativas, capaces de ofrecer futuro, calidad de vida y sentido.
Un enfoque colectivo, que además diversifique producciones y adopte principios de agroecología regenerativa, ofrece un horizonte mucho más sólido y atractivo para el relevo generacional:
- Conciliación y calidad de vida: al trabajar en colectivo es posible organizar turnos y rotaciones que permitan descansos, fines de semana libres y vacaciones. Esto hace que la profesión agraria sea más atractiva y sostenible para las nuevas generaciones.
- Reducción de riesgos: compartir inversiones, infraestructuras y maquinaria disminuye costes fijos y facilita el acceso a nuevos productores.
- Diversificación productiva: integrar distintos cultivos, ganadería, agroforestería y transformaciones locales reduce la vulnerabilidad económica y abre nuevas oportunidades de mercado.
- Resiliencia ecológica: los sistemas regenerativos restauran la fertilidad del suelo, mejoran la infiltración y retención de agua y aumentan la biodiversidad, garantizando un futuro productivo en el contexto del cambio climático.
- Fortaleza social y territorial: la cooperación fomenta el aprendizaje intergeneracional, el arraigo al territorio y la creación de comunidades rurales vivas.
- Facilitar la entrada de jóvenes con menos deuda y más acompañamiento.
- Hacer del sector agrario una profesión con condiciones de vida dignas, conciliables con la vida personal.
- Ofrecer un modelo económicamente viable y ambientalmente sostenible, que no solo garantice la continuidad, sino que también regenere el territorio y fortalezca la soberanía alimentaria.
Pero toda esta transición no va a ser fácil; existe un complejo e intrincado marco normativo, institucional, político y de mercado que empuja al sector precisamente en la dirección contraria, por lo que se hace necesario desarrollar una estrategia estatal que permita mover el marco y permitir la transición agroecológica necesaria.
Propuestas para un relevo generacional sostenible
- Fomentar la titularidad y gestión colectiva: incluir como criterio prioritario en las ayudas la constitución de cooperativas, sociedades agrarias de transformación (SAT), titularidad compartida u otras figuras colectivas.
- Facilitar el acceso a la tierra: bancos de tierras públicos, arrendamientos sociales o fórmulas de cesión temporal para jóvenes o colectivos que quieran iniciar proyectos colectivos.
- Diseñar apoyos económicos específicos: subvenciones y créditos preferenciales para quienes apuestan por diversificación, producción ecológica, transformación en origen o comercialización directa.
- Promover la conciliación laboral: apoyos para servicios compartidos (maquinaria, gestión, administración), rotaciones entre titulares o asociados para asegurar fines de semana y vacaciones; incentivos para modelos de explotación con distribución de cargas.
- Formación y transferencia de conocimiento: programas para jóvenes que combinen formación en agroecología, gestión cooperativa, innovación y comercialización, con acompañamiento técnico y mentorías.
- Potenciar mercados locales y contratación pública: que las autoridades públicas compren productos de origen local, de productores colectivos y ecológicos; promoción de circuitos cortos de comercialización.
- Reconocer y financiar los servicios ecosistémicos: introducir criterios en las ayudas públicas que premien la conservación de biodiversidad, la gestión de montes y comunales, la mejora del suelo, la gestión sostenible del agua, etc.