Un estudio del Observatorio Social de la Fundación ”la Caixa” revela que el 28% del territorio rural está despoblado y el 45% tiene problemas de aridez, mientras que un 17,5% sufre ambos problemas. Es importante que las medidas para mitigar ambos factores tengan en cuenta otros efectos colaterales como la sobreexplotación del suelo o la contaminación de recursos hídricos.
Hay un mantra que se repite mucho y es la “tranquilidad” del campo, el poco estrés con el que se vive respecto a la vida urbanita o que lo único que se necesita es una buena conexión a internet. Pero, a la hora de la verdad, la repoblación de las zonas rurales es una quimera que nunca llega o, lo que es peor, se produce el efecto contrario: la despoblación se agudiza.
Los problemas que genera la despoblación rural son muchos y variados: la mayor virulencia de incendios forestales, la reducción de productos agroalimentarios propios o de peor calidad, el envejecimiento demográfico o la pérdida de empleos en el sector primario, entre otros.
No obstante, un estudio desarrollado por el Observatorio Social de la Fundación ”la Caixa” «La España desertificada», a cargo de los investigadores Sergio Villamayor y Esteve Corbera, y de los estudiantes Gerard Pocull y Cara Maeztu, del Máster de Sostenibilidad Ambiental, Económica y Social del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales (ICTA-UAB), se centra en la incidencia del cambio climático en las zonas despobladas.
Si debemos identificar regiones españolas donde este problema es más acusado podremos hacerlo superponiendo los mapas sobre la prevalencia de la despoblación en España con los mapas de exposición al cambio climático (medido, por ejemplo, a través del riesgo de aridez). Haciendo eso, como podemos observar en el siguiente gráfico, nos encontramos que la región más expuesta es la franja que atraviesa España de lado a lado por Aragón y Castilla León.
Si tuviéramos que plantear soluciones, principalmente al problema de la despoblación, nos encontraríamos varios como el desarrollo de la agroindustria y de las energías renovables, el turismo rural y ambiental, la inmigración, la disponibilidad de vivienda, la oferta cultural y de entretenimiento rural, y la conectividad con las zonas urbanas.
No obstante, estas soluciones tienen también consecuencias no del todo beneficiosas tanto para el Medioambiente como para la propia sociedad en general. El desarrollo agroindustrial, por ejemplo, conlleva la concentración de explotaciones y de servicios agrícolas, lo que dificulta que jóvenes agricultores e inmigrantes tengan acceso a la tierra. Por otro lado, la intensificación agropecuaria puede contribuir a la erosión de los suelos, a la sobreexplotación y a la contaminación de los recursos hídricos, aumentando así el riesgo de aridez y disminuyendo la resiliencia del territorio al cambio climático.
En cifras, un 28% del territorio rural español está expuesto a altas tasas de despoblación, un 45% a problemas de aridez y un 17,5% a ambos problemas a la vez. Dicho 17,5% se reduce a un 11,5% en las zonas rurales accesibles (con una baja densidad poblacional y usos de la tierra mayoritariamente agrícolas, pero conectadas con centros urbanos) y aumenta a un 23,3% en las zonas rurales remotas (con una baja densidad poblacional, usos de la tierra agrícolas y desconectadas de centros urbanos).
El estudio de “la España desertificada” tiene como objetivo aportar diagnósticos y posibles medidas a la conjunción de problemas en las zonas rurales, pero no pretende aportar soluciones únicas porque, como se ha citado, no las hay.
En Castilla y León hay al menos 63 municipios con agua contaminada no potable. Es complicado vivir en lugares sin escuela, sin médicos, sin cobertura telefónica o sin servicios básicos, pero vivir sin agua es imposible.
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