martes, 4 de marzo de 2025

España se queda sin cazadores: un "colapso" con consecuencias para el campo

 



Un estudio revela que, en 50 años, ha bajado a la mitad el número de personas que caza y, además, el envejecimiento hace prever un futuro muy negro en pocos años


La caza despierta sentimientos opuestos en nuestra sociedad. Para algunos, tiene una función meramente recreativa basada en la muerte y el sufrimiento animal. Para otros, es un servicio imprescindible que mantiene el equilibrio en la naturaleza. Sin embargo, el debate no suele poner el foco en la propia comunidad de cazadores. ¿Cuántos son? ¿Qué tendencias se observan en este colectivo? Un estudio reciente muestra una dramática radiografía: el número de personas que se dedica a la actividad cinegética en nuestro país lleva muchos años en declive y la falta de relevo generacional conduce a un “colapso” total en las próximas décadas.

La investigación, publicada en la revista científica People and Nature, retrata la estructura demográfica actual de los cazadores de gran parte de la Península Ibérica y realiza una proyección para el futuro. En los últimos 50 años, el número de personas que se dedican a esta actividad ha disminuido un 45%; y solo en los últimos 15, un 26%. El declive se explica porque la incorporación de jóvenes se ha reducido un 89% desde hace medio siglo. Por eso, en la actualidad, el grupo de edad más abundante está entre los 61 y los 70 años.

Los datos incluyen a cerca de 600.000 cazadores pertenecientes a seis comunidades autónomas españolas (Andalucía, Murcia, Castilla-La Mancha, Madrid, Aragón y Navarra) y a Portugal. En conjunto, estos territorios representan casi el 60% de la población de la Península y de su superficie. Si las tendencias observadas continúan, para 2050 la actividad cinegética habrá disminuido un 70% y la proporción de cazadores mayores de 60 años pasará del 40% al 61%.

Sin relevo generacional

Los autores del trabajo hablan de un “colapso demográfico” basado en una “falta de reclutamiento” que comenzó hace cinco décadas y que está muy relacionada con el abandono rural, ya que el porcentaje de población que participa en actividades cinegéticas es hasta ocho veces superior en localidades pequeñas frente a las grandes. De hecho, matizan que su análisis no incluye las comunidades españolas del noroeste, como Asturias, Galicia y Castilla y León, que son las más envejecidas, así que es posible que los datos totales sean incluso ligeramente peores.

“En los últimos 50 años se ha reducido el número de cazadores a la mitad y eso se debe a que no hay jóvenes. En los años 70 se incorporaron casi 85.000 y en esta última década solo 6.000”, explica en declaraciones a El Confidencial José David Anadón, científico del Instituto Pirenaico de Ecología (IPE-CSIC), con sede en Zaragoza, y autor principal del trabajo. “La caza era una actividad de subsistencia en una sociedad agraria, pero en los años 60, con la emigración a las ciudades, pasó a ser recreativa”, explica. La generación que hizo el cambio siguió cazando, pero después no ha habido un relevo generacional. Para que lo haya, “tu hijo tiene que salir contigo al campo y estar habituado a ese medio, pero en el medio urbano la caza solo es una opción más que compite con otras formas de ocio y de contacto con la naturaleza”, añade.

Los investigadores han utilizado datos de licencias de caza y de la edad de los cazadores, lo que les permite constatar que “la tasa de caída ha sido constante en los últimos 50 años”. Basados en esa tendencia, y contando con que el colectivo ya está muy envejecido, realizan la proyección para las próximas décadas, pronosticando la casi desaparición de la actividad cinegética. No obstante, “nadie sabe qué pasará en el futuro, hay muchos escenarios y podrían cambiar cosas”, pero parece casi imposible que se pueda revertir la situación.

El trabajo refleja un importante cambio histórico y social. La caza es una de las actividades más antiguas del ser humano, pero en los países desarrollados ha dejado de ser una cuestión de consumo y supervivencia. No obstante, la Península Ibérica mantiene uno de los colectivos más importantes de Europa (hoy en día, alrededor del 2,2% de la población es cazadora) y esto tiene un importante impacto económico, sobre todo en algunas zonas rurales de gran tradición cinegética, por ejemplo, en Castilla-La Mancha.

Implicaciones para los ecosistemas

Sin embargo, la repercusión puede ser mucho más importante en la propia naturaleza. Los ecosistemas ibéricos se han configurado a lo largo de los siglos bajo la presión de la caza. ¿Cómo cambiarán si desaparece? Algunos biólogos ya han llamado la atención sobre un problema emergente que puede servir de ejemplo: la gestión de los Parques Nacionales, donde la actividad cinegética comercial y deportiva está prohibida desde 2020, comienza a complicarse. El exceso de ungulados como ciervos y jabalíes está causando estragos a otras especies animales e incluso en la vegetación. Si los cazadores no contribuyen a regular las poblaciones, ¿es ese el futuro que le espera a toda la Península?

En realidad, el análisis es más complicado de lo que parece. De hecho, el impacto de la caza en los ecosistemas tiene muchas aristas y es objeto de debate entre los propios científicos. Está claro que la antigua persecución de animales para autoconsumo o para eliminar predadores del ganado ya no existe. “Ahora tenemos una caza deportiva y su efecto es difícil de evaluar”, afirma Anadón. Una de las grandes cuestiones es si la caza es necesaria para mantener el equilibrio de nuestros ecosistemas. En España hay unas 500 especies de animales vertebrados, pero solo 40 son cinegéticas y, de ellas, en la práctica, apenas se cazan una decena. Así que, en la mayor parte de los casos, “las poblaciones no aumentan a pesar de que nadie las cace”.

Sin embargo, hay algunas excepciones. La más importante es el exceso de jabalíes. Mientras que, en los años 80, se cazaban unos 30.000 al año, en la actualidad la cifra se ha disparado hasta los 400.000, a pesar de que hay muchas menos licencias. La lectura de estos números admite diversas interpretaciones. Por una parte, resulta evidente que la explosión demográfica de este animal sería aún peor sin la caza. Por otra, también demuestra que el problema no tiene que ver con la falta de cazadores, sino más bien con el abandono del campo en general.

Los matices dentro de las tendencias

“La gente ya no recoge leña y los bosques han crecido, tenemos la mayor superficie forestal de la historia reciente, así que los animales tienen mucho más sitio y, además, ya no compiten con el ganado”, comenta el experto del IPE-CSIC. En definitiva, “hemos dejado de utilizar la naturaleza, y los animales que estaban perseguidos y recluidos se encuentran en un ambiente adecuado, a pesar de que se cazan 13 veces más jabalíes que antes”.

España y Portugal no son una excepción. El declive es generalizado en los países occidentales, aunque hay algunos matices. Los autores de esta investigación están analizando ahora los datos de otros países, como EEUU o el norte de Europa, donde la caída está siendo menos pronunciada que en la Península Ibérica. El motivo estaría en que aquí el éxodo rural llegó más tarde, “hace solo dos generaciones”, señala el experto, así que el descenso de esta actividad se nota más ahora.

A partir de estos datos, este grupo de investigadores se propone analizar también la repercusión del declive de la caza, en qué medida puede afectar a las poblaciones de animales. En este sentido, es muy importante la propia evolución de la actividad a lo largo del tiempo. La caza menor (especies como la perdiz o el conejo) se ha quedado en algo testimonial dentro del ámbito rural, pero la caza mayor (jabalí, ciervo y corzo, entre otras) sigue teniendo mucho peso y movilizando a muchas personas que se desplazan desde las ciudades.